ÓRDENES MASCULINAS

BENEDICTINOS

HISTORIA

El origen de la Orden benedictina se encuentra en las fundaciones hechas por Benito de Nursia en la localidad de Subiaco. Allí surgieron los primeros doce monasterios propiamente benedictinos, dirigidos cada uno por un propio abad, el cual tenía a su cargo su propia iglesia para la recitación del oficio litúrgico en comunidad.

A la cabeza de los doce cenobios se encontraba Benito, quien además se encargaba de la formación de los futuros monjes.

Más tarde, se fundaron los monasterios de Montecasino y de Terracina, ambos autónomos de los surgidos en Subiaco.

Al morir Benito, en 547, deja 14 monasterios masculinos y uno femenino en Piumarola, donde se supone residía su hermana Escolática.

REFORMAS

Durante el transcurso de su historia, la Orden de San Benito ha sufrido numerosas reformas, debido a la eventual decadencia de la disciplina en el interior de los monasterios.

La primera reforma importante fue la hecha por Odón de Cluny en el siglo X; esta reforma, llamada cluniacense (nombre proveniente de Cluny, lugar de Francia donde se fundó el primer monasterio de esta reforma, en el que Odón fue el segundo abad), llegó a tener un gran influjo, hasta el punto que durante gran parte de la Edad Media prácticamente todos los monasterios benedictinos estaban bajo el dominio de Cluny.

Los cluniacenses adquirieron gran poder económico y político, y los abades más importantes llegaron a formar parte de las cortes imperiales y papales. Varios pontífices romanos fueron benedictinos provenientes de los monasterios cluniacenses (Alejandro II, 1061-73; san Gregorio VII, 1073-85; beato Víctor III, 1086-87; beato Urbano, 1088-99; Pascual II, 1099-1118; Gelasio II, 1118-19; y un largo etcétera).

Tanto poder adquirido llevó a la decadencia de la reforma cluniacense, que encontró una importante contraparte en la reforma cisterciense, palabra proveniente de Císter (Cîteaux en francés), lugar de Francia donde se estableció el primer monasterio de esta reforma. Roberto de Moslesmes, Alberico y Esteban Harding fueron los fundadores de la Abadía del Císter en 1098. Buscaban apartarse del estilo cluniacense, que había caído en la indisciplina y el relajamiento de la vida monástica. El principal objetivo de los fundadores de Císter fue imponer la práctica estricta de la Regla de San Benito y el regreso a la vida contemplativa.

El principal impulsor de esta reforma fue Bernardo de Claraval (1090-1153), discípulo de los fundadores, a quien habiendo ingresado allí hacia el año de 1108 se le encargó la fundación de la Abadía De Claral, de la que fue abad durante unos 38 años, hasta su muerte. Bernardo de Claraval se convirtió en el principal consejero de los papas, y varios de sus monjes llegaron igualmente a ocupar la Sede Pontificia. Bernardo predicó también la Segunda Cruzada. Al morir había fundado 68 monasterios de su orden.

La reforma cisterciense subsiste hasta hoy como orden benedictina independiente, dividida igualmente en dos ramas: la Orden del Císter y la Orden Cistenciense de la Estrecha Observancia, también conocidos como Trapenses. Se les llama también «benedictinos blancos», debido al color de su hábito, en contraposición a los demás monjes de la Orden de San Benito, a quienes se llama «benedictinos negros».

Durante la Edad Media surgieron otras reformas importantes de la Orden Benedictina.

– La de Romualdo (1027), quien dio inicio a la reforma camalduense. Esta reforma subsiste hasta hoy en dos ramas: la primera forma parte de Confederación Benedictina (benedictinos negros); la segunda es independiente, pero se rige igualmente por la Regla de San Benito.

– Otra reforma importante fue la emprendida por Juan Gualberto (1073), quien fundó los Benedictinos de Valle Umbrosa, por el lugar en Italia en que se construyó el primer monasterio de esta reforma; es igualmente hoy en día una congregación de la Confederación Benedictina.

– La reforma de Silvestre (1177-1267), fundador de los Benedictinos de Montefano, que subsiste también hoy como congregación asociada a la Confederación Benedictina.

– La reforma de Bernardo Tolomei (1272-1348), que dio origen a los Benedictinos de Monte Oliveto, hoy también parte integrante de la Confederación Benedictina.

Agitados períodos de la historia, como la Reforma en Alemania y los Países Bajos, la expulsión o ejecución de religiosos católicos por Enrique VIII en Inglaterra o, mucho después, del período revolucionario en Francia, y la decadencia de la disciplina en los monasterios, llevó a que se diezmara la población de monjes.

Después de la Revolución francesa y a partir de 1833, Dom Prosper Guéranger hizo renacer la orden benedictina en Solesmes, Francia.

ORGANIZACIÓN

Los monasterios benedictinos están siempre dirigidos por un superior que, dependiendo de la categoría del monasterio, puede llamarse prior o abad y que es elegido por el resto de la comunidad.

El ritmo de vida benedictino tiene como eje principal el Oficio Divino, también llamado Liturgia de la Horas, que se reza siete veces al día, tal como San Benito lo ordenó.

Junto con la intensa vida de oración en cada monasterio, se trabaja arduamente en diversas actividades manuales, agrícolas, etc., para el sustento y el autoabastecimiento de la comunidad.

A nivel internacional, la principal organización de la Orden es la Confederación Benedictina, un cuerpo establecido el 12 de julio de 1893 por el papa León XIII con el breve Summum semper, cuya cabeza es conocida como abad primado.

Esta organización está dividida a su vez, en congregaciones o federaciones.

Dentro de cada congregación o federación se encuentran también numerosos monasterios, independientes o confederados, e institutos religiosos y grupos de oblatos que se han agregado a través de estas, a la gran Confederación Benedictina.

PRESENCIA

Actualmente, la Orden está extendida por todo el mundo, con monasterios masculinos y femeninos.

En 2016, según el Anuario Pontificio, había en el mundo 6.865 benedictinos, de los cuales 3.587 (el 52,8%) habían sido ordenados presbíteros; además de atender 350 parroquias.

REGLA DE SAN BENITO

Benito de Nursia escribió una regla de vida a principios del siglo VI destinada a los monjes de los monasterios fundados por él, sin embargo parece ser que las cenobios de Subiaco no estuvieron de acuerdo con dichas leyes por lo que conspiraron contra el fundador.

Benito se trasladó entonces a Montecassino, donde pudo dar comienzo a un nuevo monasterio dispuesto a seguir su regla.

El documento se compone de 73 capítulos.

El principal mandato es el ora et labora, con una incisiva organización horaria, sin olvidarse de la importancia del descanso.

De las 24 horas del día, Benito regula que ocho deben dedicarse al trabajo manual, ocho a la oración, especialmente al rezo del oficio divino, y ocho al descanso de los monjes.

En la medida que se fue expandiendo el monacato benedictino, la Regla de san Benito se fue imponiendo sobre las demás reglas monásticas existentes.

HÁBITO

En la Edad Media los monjes benedictinos llevaban camisa de lana y escapulario.

El hábito o vestidura superior es negro, por lo que el pueblo los llamó los monjes negros, en oposición a los cistencienses, que llevan túnica blanca y escapulario negro, denominados los monjes blancos.

Pero existen monjes que usan el hábito blanco no por contraposición sino por inspiración tal es el caso de los monjes benedictinos olivetanos a cuyo fundador Bernardo Tolomei, según cuenta la tradición, la Santísima Virgen le ofreció el hábito blanco y la regla de San Benito. Hay también otras congregaciones que conjugan el hábito blanco con el escapulario negro.

LEGADO

Siguiendo el ejemplo y la inspiración de Benito de Nursia, diversos fundadores de órdenes religiosas han basado la normativa de sus monasterios en la Regla dejada por él, cuyo principio fundamental es Ora et Labora, es decir, Oración y Trabajo.

Este legado no se agota en el monacato benedictino de la Iglesia católica, sino que también ha inspirado movimientos monásticos en las Iglesias reformadas y en los monasterios ortodoxos occidentales. Incluso, al interno de la Iglesia católica, además de las congregaciones de la confederación, son numerosos los institutos religiosos (órdenes y congregaciones) masculinos y femeninos, que beben de la legislación y espiritualidad benedictina.

VIDA DEL MONJE BENEDICTINO

La vida de un monje benedictino está centrada en la búsqueda de Dios a través fundamentalmente de la oración y el trabajo: Ora et labora.

Por eso, la vocación monástica es contemplativa, pues tiene como objetivo la contemplación de Dios y de las realidades celestiales, sin que por ello se desvincule de la Tierra: es misión del monje interceder ante Dios por las necesidades de la Iglesia y de todos los hombres y atraer las bendiciones divinas sobre ellos.

El día de un monje benedictino se reparte esencialmente entre tres actividades complementarias: la oración, el trabajo y la lectio divina o lectura espiritual hecha bajo la guía del Espíritu Santo para alimentar la oración y conducir a la contemplación.

Además, a partir del cuidado de esta lectio divina, el monacato ha desarrollado de un modo muy importante la atención a los estudios a lo largo de los siglos. De ahí la formación de grandes bibliotecas y escuelas que en la época altomedieval salvaron la cultura grecorromana y cristiana y sirvieron de fundamento para la creación de una nueva cultura europea.

La oración del monje comprende, por una parte, la oración comunitaria, es decir, el rezo litúrgico de las llamadas “horas” del “Oficio Divino”: los monjes cantan en el coro alabando a Dios con salmos, himnos y cánticos. Comienzan con los Maitines, Vigilias u Oficio de Lectura (estos tres nombres recibe la primera “hora”, al despertar del sueño), prosiguen con las alabanzas de Laudes al principio de la mañana, continúan con las “horas menores” o intermedias de Tercia, Sexta y Nona, vuelven a hacerlo más solemnemente al caer la tarde con las Vísperas y concluyen con las Completas antes de acostarse.

La celebración de la Santa Misa constituye el verdadero núcleo espiritual del día del monje y éste dedica un tiempo más o menos largo a la oración personal contemplativa.

Las “horas” del “Oficio Divino” jalonan el día monástico y entre ellas se insertan los otros tiempos en que el monje se entrega a la lectura, el estudio y el trabajo manual o intelectual, según los casos.

Entre los trabajos, en una Abadía puede haberlos tan variados como atender las distintas necesidades del monasterio (panadería, zapatería, sastrería, portería y tienda, etc.), cultivar los jardines y campos, etc.

Asimismo, se pueden desarrollar labores intelectuales y manuales en la biblioteca y en la encuadernación y no faltan monjes que con paciencia y constancia se entregan al estudio y la elaboración de libros.

Con todo ello, se cumple el precepto divino del trabajo y se obtiene lo necesario para la marcha y el sustento del monasterio y de sus religiosos, así como para la realización de obras sociales y caritativas.

En conjunto, la alternancia entre tiempos de oración, de trabajo, de lectio divina y de estudio, favorece el equilibrio psicológico del monje, que ve transcurrir su día apaciblemente bajo la mirada de Dios, a quien le ofrece con amor todo lo que hace.

PARA SABER MÁS

La Regla de San Benito

La orden benedictina

Historia de la orden benedictina

Ser monje (Monasterio de Leyre)

Vida comunitaria (Abadía de Silos)

La vida de un monje benedictino (Abadía del Valle de los Caídos)

BENEDICTINOS CALMADULENSES

La Congregación Camaldulense de la Orden de San Benito u Orden de la Camáldula, también conocida como Congregación camaldulense u Orden camaldulense, es una orden religiosa monacal de la Iglesia católica, miembro de la Confederación Benedictina de la Orden de San Benito, que se rige por el modo de vida descrito en la Regla de San Benito según el modelo eremítico.

A los monjes de esta rama benedictina se les conoce como benedictinos camaldulenses o simplemente como camaldulenses y posponen a sus nombres las siglas O.S.B.Cam.

HISTORIA

La Orden camaldulense es una rama reformada, por Romualdo, de la Orden de San Benito.

Dicha reforma se estableció como congregación entre 1024 y 1025 en Camaldoli (en la actual localidad de Poppi) en el alto valle del Arno en la Toscana, Italia, de donde toma su nombre.

La reforma pretendía renovar e integrar la tradición eremítica de la vida monástica con la tradición cenobítica.

El espíritu de Romualdo se reflejó mejor en la comunidad de Camaldoli, que recibió confirmación papal de Alejandro II en 1072.

Su regla de vida, basada en la de san Benito, fue escrita primero en 1080 por el cuarto prior, Rodolfo, quien modificó en algunos aspectos el rigor extremo de las prescripciones de Romualdo.

Al mismo Rodolfo se debe la fundación del primer monasterio femenino camaldulese hacia 1088 en la localidad de San Pietro di Luco (Italia).

En 1249, el monasterio de San Mattia (Murano) adoptó una mitigación de la regla que se extendió a otros monasterios, formando la Congregación de Murano, de tipo cenobítico.

A partir de 1434 se dieron una serie de conflictos de intereses entre las dos congregaciones que acabaron, en 1513 y bajo el priorato de Ambrosio Traversario, con la unión efectiva de las dos, formando la Congregación del Sacro Eremitorio y de San Michele de Murano, que volvía a agrupar los eremitorios de Camaldoli y los monasterios dependientes de Murano, manteniendo estos algunos privilegios. En 1569, Pío V suprimió definitivamente la diferenciación de los monasterios, desapareciendo la congregación de Murano como ente jurídico.

El haber rebajado la vida rigorosa propuesta por Romualdo, hizo que a lo largo de la historia de los camaldulenses surgieren otros reformadores con la pretensión de retornar a los orígenes.

Solo Pablo Justiniani logró su cometido, cuando, en 1520, inició una reforma de vida con la fundación de la ermita de Monte Corona, cerca de Perugia (Italia). Las pretensiones de Justiniani no eran separarse de la orden, sino retornar al espíritu fundacional, pero con la aprobación del papa León X para la fundación de nuevos monasterios, según el estilo de Monte Corona, se dio vida a la Compañía de los Eremitas de San Romualdo (más tarde cambiaron el nombre por Eremitas Camaldulenses de Monte Corona. Esta rama se independiza totalmente de Camaldoli el 7 de mayo de 1529.

En la actualidad las ramas que sobreviven son la de la Orden camaldulense original, que forma parte, desde 1965, de la Confederación Benedictina la rama reformada de la Congregación de Eremitas Camaldulenses de Monte Corona y la rama femenina de las benedictinas camaldulenses, que forman una congregación de monasterios sui iuris.

ORGANIZACIÓN

La Orden camaldulense es un instituto formado por monasterios autónomos, unidos en una congregación que reconoce a Romualdo como padre reformador y la Ermita de Camaldoli, como casa madre y central.

Cada monasterio tiene su propio abad y sin perder la autonomía, reconocen la autoridad de un prior general.

Los monjes camaldulenses se dedican a la vida contemplativa y al trabajo manual, siguiendo la máxima de la Regla de san Benito del ora et labora.

Tienen por lema propio Ego vobis, vos mihi, que significa «yo soy para vosotros, vosotros sois para mi».

A partir del Concilio Vaticano II han contribuido también al diálogo ecuménico e interreligioso, en especial modo con los judíos.

En 2015, la congregación contaba con 104 monjes, de los cuales 59 eran sacerdotes, y 11 monasterios presentes en Austria, Brasil, España, Estados Unidos, Francia, Hungría, India, Italia, Polonia y Tanzania.

PARA SABER MÁS

https://yermocamaldulense.wordpress.com/

BENEDICTINOS EREMITAS CAMALDUENSES DE MONTE CORONA

HISTORIA

Los monjes Benedictinos Camaldulenses fueron fundados por San Romualdo entre los años 1024 y 1025 en Camaldoli (Italia).

Como reforma benedictina, su intención era la de conjugar la vida cenobítica con la eremítica, dando preferencia a esta última.

Los Camaldulenses pertenecen a la Confederación Benedictina en calidad de Congregación autónoma.

En 1520 el Beato Pablo Giustiniani inicia una reforma de la Camáldula, dando origen a los Eremitas Camaldulenses de Monte Corona, con vistas a una vida más contemplativa y austera.

ESTILO DE VIDA

La vida de los Eremitas Camaldulenses está orientada totalmente a la unión con Dios en la oración continua y en la contemplación.

Su vida toma elementos del cenobitismo (Santa Regla, obediencia, vida en común) y del eremitismo (soledad, silencio, custodia de la celda).

Cada Eremita habita en una celda separada (humilde ermita con huerto), saliendo solo para la oración en común o las horas de trabajo matutinas y recreaciones comunitarias.

Los Eremitas Camaldulenses de Monte Corona cuentan actualmente con tres yermos en Italia, dos en Polonia y uno respectivamente en España, Estados Unidos, Colombia y Venezuela.

EL YERMO DE NUESTRA SEÑORA DE HERRERA

Este Yermo Camaldulense es el único existente en España.

Fue fundado en 1924 en la antigua abadía cisterciense de Nuestra Señora de Herrera, en las proximidades de Miranda de Ebro (Burgos).

Tras la Desamortización de 1835 que acabó con la vida monástica, como no podía ser de otro modo también en Herrera, el monasterio quedó en la ruina. De 1896 a 1905 fue Desierto de Carmelitas Descalzos, y de 1905 a 1921 lo habitaron monjas Trapenses expulsadas de Francia.

El Yermo cuenta con una hospedería monástica para pasar unos días de retiro.

PARA SABER MÁS

https://yermocamaldulense.wordpress.com/

http://www.mercaba.org/Rialp/C/camaldulenses0.htm

CARTUJOS

HISTORIA

San Bruno nació en Colonia hacia 1030 y llegó, siendo aún joven, a estudiar en la escuela catedralicia de Reims. Adquirido el grado de doctor y nombrado Canónigo del Capítulo de la catedral, fue designado en 1056 escoláster, es decir, Rector de la Universidad. Fue uno de los maestros más renombrados de su tiempo: « …un hombre prudente, de palabra profunda. »

Bruno, se encuentra cada vez menos a gusto en una ciudad donde no escasean los motivos de escándalo por parte del alto clero e incluso del mismo Arzobispo. Después de haber luchado con éxito contra estos desórdenes, Bruno experimenta el deseo de una vida más entregada totalmente a sólo Dios.

Tras un ensayo de vida solitaria de breve duración, llegó a la región de Grenoble donde el obispo, el futuro San Hugo, le ofreció un lugar solitario en las montañas de su diócesis.

En el mes de junio de 1084 el mismo obispo, condujo a Bruno y sus seis compañeros al valle selvático de Cartuja que dará su nombre a la Orden. Allí construyen su eremitorio formado por algunas cabañas de madera que se abren a una galería, que permite acceder sin sufrir demasiado por la intemperie a los lugares de vida común: La iglesia, el refectorio y el Capítulo.

Después de seis años de apacible vida solitaria, Bruno fue llamado por el Papa Urbano II al servicio de la Sede Apostólica. Creyendo su comunidad que no podía continuar sin él, primero pensó en separarse pero finalmente se dejó convencer de continuar la vida en la que había sido formada.

Consejero del Papa, Bruno no se sentía a gusto en la Corte Pontificia. Permaneció solamente unos meses en Roma. De acuerdo con el Papa fundó un nuevo eremitorio en los bosques de Calabria al sur de Italia, con algunos nuevos compañeros. Allí falleció el seis de octubre de 1101.

La primera Regla: Guigo

A instancias de otros eremitorios fundados a imitación de Cartuja, Guigo, quinto Prior de Cartuja puso por escrito la norma de su propósito (las “Costumbres”, o usos de Cartuja, hacia 1127) que todos se comprometieron a seguir e imitar como regla de su observancia y como vínculo de caridad de la naciente familia.

Después que una avalancha destruyó el eremitorio en 1132 sepultando siete monjes. El Prior Guigo construyó el eremitorio en el emplazamiento que tiene actualmente la Gran Cartuja.

El nacimiento de la Orden: San Antelmo

Durante el priorato de Antelmo se reunió el primer Capítulo General (1140) al cual se sometieron para siempre todas las casas, junto con la misma casa de Cartuja.

Por lo tanto a partir de 1140 la Orden de los cartujos nació oficialmente y así quedó situada entre las grandes instituciones monásticas de la Edad Media.

Las monjas

Por aquel entonces, las monjas de Prebayón abrazaron también espontáneamente el modo de vida cartujano.

LA ORDEN EN LA ACTUALIDAD

En 1984 los cartujos celebraron el 900° aniversario del día en el que Maestro Bruno, al entrar con sus compañeros en el desierto de Chartreuse, fue el primero en practicar una vida que con la ayuda de Dios tratamos los cartujos tratan de seguir todavía hoy.

Hoy día existen 19 casas de Cartujos (con unos 370 monjes) y 5 casas de Cartujas (con alrededor de 75 monjas). Estas últimas se encuentran en Francia, en Italia y en España. Las casas de monjes están en Europa, Estados Unidos e Hispanoamérica, una de las cuales se encuentra en estado de fundación en Argentina (desde septiembre de 1997).

EL GOBIERNO DE LA ORDEN

La autoridad suprema de la Orden cartujana pertenece al Capítulo General, que se reúne cada dos años en la Gran Cartuja, “madre y origen de toda la Orden”.

Durante ese Capítulo, el Definitorio, ocho monjes elegidos por los Priores (es decir, los superiores) de las casas, forma una especie de órgano ejecutivo y la Asamblea plenaria el órgano legislativo.

Entre Capítulo y Capítulo, la Orden es gobernada por el Prior de la Gran Cartuja al que se llama “Reverendo Padre”, asistido de un Consejo. El último elemento muy importante del gobierno cartujano es la institución de los Visitadores ya que bienalmente, cada casa es visitada por dos Padres, normalmente Priores de otras Cartujas.

LOS ESTATUTOS

Bruno fue para sus hermanos un modelo viviente, pero no escribió ninguna regla monástica para ellos. Él y sus primeros sucesores, permanecieron en aquel lugar bajo la dirección del Espíritu Santo, y guiándose por la experiencia fueron creando gradualmente un género de vida eremítica propio, que se transmitía a sus continuadores, no por escrito, sino con el ejemplo.

Fue Guigo quien consignó por escrito las Costumbres que se usaban en la Gran Cartuja, que sería el primer texto de la Regla cartujana.

Con el correr del tiempo se han verificado otras adiciones o modificaciones necesarias para adaptarse a las nuevas condiciones de tiempos y lugares.

Muy pronto los cartujos llamaron a su Regla de vida “los Estatutos”.

Después del Concilio Vaticano II, en 1971 y 1973, fueron redactados los “Estatutos renovados de la Orden cartujana”.

Para que fueran conformes al código de Derecho canónico de 1983, estos Estatutos fueron de nuevo revisados hasta llegar a los “Estatutos de la Orden cartujana”, aprobados por el Capítulo General de 1987.

EL MARCO DE VIDA DE LOS CARTUJOS

El género de vida de los cartujos, es decir, una vida solitaria combinada con una parte de vida común, se refleja en lo que exteriormente se puede ver, es decir, los edificios. En toda cartuja se encontrarán tres partes principales:

– El Claustro Grande, que reagrupa todas las celdas, donde los Padres –o las monjas de coro- llevan su vida solitaria. A veces se encuentra un segundo claustro para los hermanos conversos – o hermanas conversas.

– Lugares comunitarios, siendo los más importantes son la iglesia, el capítulo y el refectorio. En esta parte del monasterio se encuentran también ciertos lugares de trabajo: cocina, lavadero etc.

– Talleres; los talleres que hacen más ruido (carpintería, forja, granja etc.) se encuentran un poco más alejados del resto del monasterio para no turbar el silencio.

EL CAMINO CARTUJANO

El fin principal del camino cartujano es la CONTEMPLACIÓN vivir tan continuamente como sea posible a la luz del amor de Dios hacia nosotros, manifestado en Cristo, por el Espíritu Santo.

La tradición monástica llama a este fin la oración pura y continua, por lo tanto, toda la vida monástica consiste en esta marcha hacia el fondo del corazón y todos los valores de la vida del monje están orientados hacia ese fin. Estos valores le ayudan a unificar su vida en la caridad y le introducen en lo profundo de su corazón.

Las características esenciales del camino cartujano son las siguientes:

– La soledad.

– Cierta combinacón de vida solitaria y de vida comunitaria.

– La liturgia cartujana.

La soledad

El cartujo comparte algunos valores monásticos con otros monjes contemplativos como son la ascesis (vigilias y ayunos), el silencio, el trabajo, la pobreza, la castidad, la obediencia, la escucha de la Palabra, la oración, la humildad.

Otros valores les son propios como es la vocación a la soledad a la cual el cartujo es especialmente llamados. El monje Cartujo busca a Dios en la soledad.

La soledad se vive a tres niveles:

– La separación del mundo.

– La guarda de la celda.

– La soledad interior, o la soledad del corazón

La separación del mundo se lleva a cabo por la clausura. No salen del monasterio más que para un paseo semana. No reciben visitas ni ejercen apostolado exterior alguno. En el monasterio no tienen radio ni televisión. El Prior es quien recibe las noticias y transmite a los monjes lo que no deben ignorar. Así se encuentran reunidas las condiciones necesarias para que se desarrolle el silencio interior que permite al alma permanecer atenta a la presencia de Dios.

La celda es una vivienda acondicionada para proporcionar al Cartujo la soledad tan completa como sea posible, asegurándole lo necesario para la vida. Cada celda consiste en un apartamento con planta alta, rodeado de un pequeño jardín, donde el monje permanece en soledad la mayor parte del día durante toda su vida.

Sin embargo, la clausura y la guarda de la celda no aseguran más que una soledad exterior. Es el primer paso que favorece la soledad interior, o pureza del corazón: mantener su corazón alejado de cuanto no es Dios o no conduce a Dios.

En la Cartuja, las celebraciones litúrgicas no incluyen un fin pastoral. Así se explica por qué no se admiten a participar en la Misa o en los oficios celebrados en la iglesia de los monasterios a las personas que no pertenecen a la Orden. Por vocación a la soledad, la acogida se limita a la familia de los monjes (2 días al año) y a los aspirantes a nuestro género de vida, ejercitantes.

Vida solitaria y vida comunitaria

Característico de la Cartuja es la parte de vida común que está indisolublemente ligada al aspecto solitario.

La vida comunitaria tiene cada día su manifestación concreta en la liturgia cantada en la iglesia, y todas las semanas, por reuniones de la comunidad: el domingo, en el momento de la comida del mediodía tomada en silencio en el refectorio y, después de la comida, durante la recreación semanal.

Además, el primer día de la semana, un paseo largo, de alrededor de cuatro horas (el espaciamiento) durante el cual hablan lo que les permite conocerse mejor. Estas recreaciones y paseos tienen como fin cultivar el mutuo afecto y favorecer la unión de los corazones, al mismo tiempo que aseguran el equilibrio físico.

La comunidad cartujana está formada por monjes del claustro, sacerdotes o destinados a serlo (Padres) y por monjes conversos o donados (Hermanos).

Los monjes del claustro viven una soledad más estricta. No salen de su celda fuera de las ocasiones previstas por la Regla (ordinariamente tres veces al día para la liturgia; algo más frecuentemente el domingo). Allí se ocupan en la oración, la lectura y el trabajo (serrar madera para calentarse en invierno, cultivar el jardín, mecanografía, carpintería…).

Los Hermanos aseguran por su trabajo fuera de la celda los diferentes servicios de la comunidad (cocina, carpintería, lavado de ropa, explotación del bosque…).

Se trata de un mismo ideal, vivido de dos maneras diferentes. Los Hermanos, en cuanto es posible, también trabajan en silencio y soledad. Tienen su parte de vida en la celda, pero no tanto como los Padres. Las dos fórmulas se completan para formar la única Cartuja y corresponden a aptitudes diferentes de quienes desean entrar en la vida cartujana.

En la forma de vida de los Hermanos, todavía existen dos opciones posibles, la de los religiosos llamados Conversos, monjes que emiten exactamente los mismos votos que los Padres y la de los Donados que son monjes que no pronuncian votos pero, por amor a Cristo, se entregan a la Orden por un compromiso (contrato recíproco).

Los Donados tienen costumbres propias que difieren de la de los conversos: su asistencia a los Oficios, sobre todo al Oficio de la noche, es menos estricta, están menos obligados a oraciones vocales, etc. Viven sin tener nada como propio, conservan, sin embargo, la propiedad y disposición de sus bienes. Al cabo de siete años pueden comprometerse definitivamente o entrar en un régimen de renovación trienal de su donación. Su ofrenda no es menos sincera que la de los demás monjes, siendo así que cumplen trabajos difícilmente compatibles con las observancias de los conversos.

La liturgia cartujana

En comparación con la liturgia romana, el rito cartujano se caracteriza por una gran simplicidad y una sobriedad a nivel de formas exteriores que, por encima de las expresiones visibles y sensibles, favorecen la unión del alma con Dios.

Algunos elementos propios de la liturgia cartujana son los siguientes:

– Muchos tiempos de silencio

– La prohibición de todo instrumento musical.

– El canto gregoriano, que fomenta la interioridad.

– La celebración cotidiana de la liturgia.

La celebración del sacrificio eucarístico es el centro y la cima de la vida comunitaria:

Los monjes se reúnen para celebrar la Pascua del Señor pero esta eucaristía no puede ser concelebrada más que los días en que la vida cartujana reviste un carácter especialmente comunitario como son los domingos y grandes fiestas.

Ordinariamente, no hay más que un celebrante en el altar, y la plegaria eucarística se dice en voz baja.

La comunidad participa en esta liturgia eucarística por el canto gregoriano, la oración interior y la comunión.

A otra hora, cada monje sacerdote celebra los santos misterios en una capilla solitaria, haciendo suya la aplicación universal propia del sacrificio eucarístico.

Otro tiempo fuerte de la jornada eucarística es el oficio celebrado en la iglesia a media noche (Maitines y Laudes); durante dos o tres horas, según los días alternan el canto de los salmos y lecturas de la sagrada escritura o padres de la Iglesia, tiempos de silencio y preces de intercesión. Este largo oficio es particularmente apreciado por todos los cartujos. En él, cada uno, unido a sus hermanos, aunque de una manera personal, puede vivir una intensa y profunda comunión con Dios.

El canto con notas (antífonas, responsorios, himnos, propio de la misa, Kyrial) se canta siempre en latín, según las antiguas y hermosas melodías gregorianas propias de los cartujos. La salmodia se puede cantar en la lengua propia del país (español, italiano, francés e inglés). Las lecturas, se dicen en la lengua propia. En la celda se puede decir el oficio en latín o en lengua vernácula.

Hacia el fin de la jornada, los monjes se encuentran de nuevo en la iglesia para celebrar el oficio de Vísperas.

Las demás partes se celebran por cada monje en su celda, excepto los domingos y ciertos días de fiesta, en los que se cantan en la iglesia.

Los cartujos, además del oficio divino, recitan diariamente en la celda el oficio de la Virgen María y, una vez por semana, un oficio especial a intención de los difuntos, momento en que interceden ante Dios para que acoja en su Reino eterno a todos los que han dejado este mundo.

Gracias a la liturgia, la Cartuja no es un grupo de solitarios aislados entre sí, sino que forman una verdadera comunidad monástica, de esta forma manifiestan el misterio de la Iglesia y dando un lugar al culto público que con su oración tributa a Dios.

LAS ETAPAS DE FORMACIÓN

Antes de entrar en el monasterio

Si alguno pretende incorporarse a un monasterio, debe ante todo madurar seriamente su deseo en la oración. Tal decisión no debe tomarse sin antes reflexionar. Después debe ponerse en contacto con un monasterio, exponiendo lo mejor posible lo que le atrae hacia la vida cartujana. Como contestación seguramente le pedirán algunos informes necesarios acerca de sus estudios, su familia, etc.

Si parece oportuno, se le propondrá hacer un retiro en el monasterio con el fin de que pueda hacer una experiencia de este género de vida. Fuera de casos como éste, los cartujos no aceptan personas que desean hacer un retiro. Si la experiencia resulta positiva, puede suceder que aún se le pida demorar cierto tiempo la entrada, para probar (tiempo llamado prepostulantado) o al contrario, que se le permita entrar cuando le parezca.

Postulantado y noviciado

Al entrar en el monasterio, el candidato comienza el postulantado que dura de tres meses a un año.

Terminado éste, si se confirma su vocación, tomará el hábito cartujano y comenzará el noviciado que dura dos años.

A continuación vienen los votos temporales por tres años, que después se renuevan por otros dos.

Al final tiene lugar la profesión solemne, por la cual el monje se compromete definitivamente ante Dios y ante la Iglesia.

Las personas de menos de 45 años son las adecuadas para emprender este género de vida cartujano.

PARA SABER MÁS

http://www.chartreux.org/es/origen.php

CISTERCIENSES DE COMÚN OBSERVANCIA

HISTORIA

El movimiento monástico Cisterciense nace en Francia a comienzos del siglo XI (1098), cuando un grupo de monjes del monasterio Cluniacense de Molesmes, abandona su comunidad para formar una nueva, en la localidad de Citeaux (Cister); es entonces cuando el abad Roberto, pretende restaurar la estricta Regla de San Benito de Nursia, que en el año 545 había fundado la orden de los Benedictinos.

La nueva orden se basa en los principios de abandonar todo signo externo de riqueza y en el propio trabajo para conseguir su subsistencia, será el famoso “ora et labora” que distinguirá a los monjes del Cister.

Cuando el abad Roberto es obligado por el Papa a regresar a su comunidad, será su sucesor, Alberico, el que consiga el reconocimiento de la orden por el Papa Pascual II.

El tercer abad fue san Esteban Harding que continuó la obra emprendida años antes dotando al Císter de una regla propia llamada la Carta Charitatis que enuncia su propósito de volver a los orígenes de austeridad de la primitiva Orden Benedictina.

Pero no sería hasta la aparición en escena de la figura de San Bernardo cuando el Císter comienza su imparable desarrollo durante el siglo XII.

Bernardo de Claraval fue una de las primeras personalidades de la Europa del siglo XII y principal protagonista en el desarrollo de la Orden del Císter en toda Europa llevándola a su máxima expansión, con un total de 343 monasterios fundados en toda Europa.

Como consecuencia de la imparable actividad de San Bernardo, los monjes cistercienses relevaron a los cluniacenses en la influencia sobre la sociedad y la Iglesia del siglo XII, ocupando sus más altos cargos y dignidades y ejerciendo su influencia sobre el poder civil.

Los monasterios del Císter

Los monasterios del Císter se situaban en zonas yermas o inhóspitas pero con abundancia de agua. Normalmente el sitio elegido era un lugar boscoso y aislado por montañas.

Eran los propios monjes o laicos que trabajaban para ellos quienes roturaban y cultivaban estas tierras.

La razón básica de esta ubicación era obtener el necesario aislamiento del mundo laico.

Esta gran cualidad colonizadora y “civilizadora” de los cistercienses será especialmente útil en el solar hispano del siglo XII y comienzos del XIII, en el contexto de la secular pugna entre cristianos y musulmanes.

Hay que tener en cuenta que más allá de los hechos de armas, la verdadera “victoria” y presión sobre el rival musulmán se llevaba a cabo mediante la repoblación de amplios territorios yermos. En ese empeño trabajaron pertinazmente los reyes cristianos durante los primeros siglos de la reconquista.

Esta tarea de repoblación se desarrollaba en zonas no muy alejadas del enemigo y contaba con el riesgo de acabar con la propia vida de los repobladores.

Por eso, Alfonso VII y Alfonso VIII emplearon a los sacrificados monjes blancos del Císter como avanzadilla durante décadas ocupando espacios de difícil defensa.

Como hecho ilustrativo, la histórica Orden de Calatrava nació a partir de unos pocos monjes cistercienses que fueron los únicos que se arriesgaron en defender la fortaleza de Calatrava la Vieja ante la amenaza de los almohades que había, incluso, amedrentado a los caballeros templarios que decidieron abandonarla.

En esta misma línea, las órdenes militares españolas, vanguardia de su cruzada contra los almohades, se acogieron a la regla cisterciense.

La principal razón del mal estado -incluso la ruina avanzada- en que se encuentran bastantes conjuntos monásticos cistercienses es, precisamente, su alejada ubicación de núcleos urbanos. Tras la desamortización de Mendizábal del siglo XIX estos monasterios quedaron abandonados o acabaron en manos particulares que rara vez pudieron o quisieron mantenerlos.

ORGANIZACIÓN DEL MONASTERIO

Todos los monasterios cistercienses se organizan de manera muy similar; todos están dirigidos por un abad, que es el encargado de ordenar la vida de la comunidad, es elegido por los monjes y será el que represente a la comunidad en las reuniones generales de la orden (capitulo general).

El abad está auxiliado por el prior que es nombrado por el abad, y es el primero (prior) de los monjes.

El tesorero, es el encargado de llevar las cuentas de la abadía.

El cillero, es el responsable del almacén de alimentos (cilla).

El sacristán es el encargado de la realización de las actividades del culto y es el que llama a la oración.

El hospedero, adjunto al cillero, es el encargado de acoger y atender a los huéspedes.

Durante los rezos del día el chantre dirigirá el coro de los monjes y dirigirá las procesiones y en caso de no existir bibliotecario, se encargará de la custodia de los libros.

El portero es el que guarda la entrada de la abadía.

Completará la plantilla el enfermero encargado de la atención a los enfermos y de elaborar las fórmulas con las plantas medicinales.

ESTILO DE VIDA

La vida del monje del Cister se basa en el retiro y la pobreza para llegar a través de la oración, a la comunión con Dios.

Las abadías cistercienses se ponen bajo la advocación de la Virgen, a la que profesan una devoción especial.

La comunidad monástica vive en régimen de autarquía, fuera de las costumbres y modas de la época, rechazando los beneficios eclesiásticos, aunque con el paso del tiempo, los abades del cister llegaron a tener una gran influencia dentro de la iglesia, incluso llegando alguno de ellos al papado (Eugenio III).

La entrada en el monasterio se produce como novicio, que es dirigido en el aprendizaje por algún monje anciano, conviviendo juntos dentro del monasterio los monjes y los novicios, excepto en las reuniones del capítulo cuando los monjes entrarán en la sala capitular y tomarán asiento en torno al abad, quedando los novicios en el exterior, asistiendo a la reunión a través de las ventanas, pero sin poder participar en ál.

Al término del noviciado, pronuncia solemnemente delante del abad y la comunidad, los votos de estabilidad, obediencia y conversión de costumbres, tras lo que se convierte en monje profeso.

Tendrá como único vestido una túnica de color crudo, que es la que dará a los cistercienses el sobrenombre de “monjes blancos”; estará sometido a la regla de San Benito y vivirá en silencio.

La jornada estará marcada por la liturgia de las horas, y el resto del tiempo lo dedica a la lectura de textos sagrados y al trabajo manual.

Una particularidad de los cistercienses es la reunión diaria del capítulo conventual, donde tras la lectura y comentario de algún capítulo de la regla, se produce la confesión pública de las culpas.

El monje no puede vivir fuera de la clausura, no puede desplazarse a las granjas.

LA JORNADA

La oración litúrgica vertebra la jornada de principio a fin, desde Vigilias hasta Completas, en siete momentos, conforme a las palabras de la Escritura: “Siete veces al día te alabo” (Salmo 118).

Toda la liturgia se desarrolla en la iglesia y está abierta a asistentes.

Las Vigilias -u Oficio de lecturas- tienen siempre un carácter nocturno y se han de celebrar siempre antes de la salida del sol.

Los Laudes y las Vísperas de denominan Horas mayores y tienen una duración de una media hora. Ambas están vinculadas al recuerdo de la muerte y la resurrección de Cristo y constituyen el doble eje de la oración litúrgica diaria. La aurora y el ocaso del sol son momentos típicos de oración de todos los pueblos. Así era en Israel, así sigue siendo en la Iglesia.

Los Laudes son la principal oración de la mañana, y se cantan unidos con la Eucaristía. Por coincidir con el surgir del sol y la alegre belleza de la aurora, tienen carácter exultante y evocan la liberación de Cristo resucitado

Las Vísperas, al final de la tarde, tiene el sentido sacrificio vespertino de alabanza y acción de gracias por el don de la luz física y espiritual, y por los demás dones de la creación y la redención. La tarde es tiempo propicio para considerar ante Dios la jornada transcurrida, para dar gracias por lo que se nos ha dado o lo que hemos realizado con rectitud, para pedir perdón por el mal que hayamos cometido.

Tercia, Sexta y Nona se denominan Horas menores y su nombre procede del horario romano:

– Tercia era la tercera hora desde la salida del sol, hacia las 9 o las 10 y se relacionaba con el momento de la crucifixión de Jesús.

– La hora Sexta coincidía con el medio día y se relacionaba con las palabras dichas en la Cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

– La hora Nona, por su parte, se relacionaba con el momento de la muerte de Cristo. Son oficios muy breves, de unos diez minutos, colocados uno al comienzo del trabajo matutino, otro antes de comer y otro al comienzo del trabajo de la tarde.

En la época de San Benito las horas menores no exigían la interrupción del trabajo manual ni la reunión de los monjes en la Iglesia, sino que las rezaban en el mismo lugar del trabajo interrumpiendo un momento la labor. Salvo excepciones, en los monasterios actuales tienen siempre lugar en la Iglesia.

Completas es como el complemento de Vísperas y el final del oficio divino, como preparación de la noche, antes de irse a acostar. Las oraciones y salmos que la componen se inspiran en tal idea y recomiendan la confianza en la protección del Señor y de la vigilancia para huir de los ataques del demonio. Esta hora recuerda la agonía de Jesús y su sepultura.

Y al final de Completas, todos los días se canta la antigua antífona mariana Salve Regina, según la versión cisterciense.

PARA SABER MÁS:

Origen

Historia

Espiritualidad

Vocación

CISTERCIENSES DE LA ESTRICTA OBSERVANCIA (MONJES TRAPENSES)

HISTORIA

El movimiento monástico Cisterciense nace en Francia a comienzos del siglo XI (1098), cuando un grupo de monjes del monasterio Cluniacense de Molesmes abandona su comunidad para formar una nueva, en la localidad de Citeaux (Cister); es entonces cuando el abad Roberto, pretende restaurar la estricta Regla de San Benito de Nursia, que en el año 545 había fundado la orden de los Benedictinos.

La nueva orden se basa en los principios de abandonar todo signo externo de riqueza y en el propio trabajo para conseguir su subsistencia; será el famoso “ora et labora” que distinguirá a los monjes del Cister.

El abad Roberto es obligado por el Papa a regresar a su comunidad, y será su sucesor, Alberico, el que consiga el reconocimiento de la orden por el Papa Pascual II.

El tercer abad fue San Esteban Harding que continuó la obra emprendida años antes dotando al Císter de una regla propia llamada la Carta Charitatis que enuncia su propósito de volver a los orígenes de austeridad de la primitiva Orden Benedictina.

SAN BERNARDO DE CLARAVAL

Pero no sería hasta la aparición en escena de la figura de San Bernardo cuando el Císter comienza su imparable desarrollo durante el siglo XII.

Sin duda, Bernardo de Claraval fue una de las primeras personalidades de la Europa del siglo XII y principal protagonista en el desarrollo de la Orden del Císter en toda Europa.

Bernardo nació en la familia noble y acomodada de los Fontaine en 1091 y fue educado, junto a sus siete hermanos, en el más amplio nivel cultural de que se disponía en el momento.

A edad temprana ingresó en la citada abadía de Cîteaux en tiempos de san Esteban Harding. Su fuerte personalidad llevó al abad Esteban a encargarle la fundación del Monasterio de Claraval (Clairvaux).

A lo largo de su intensa vida fue capaz de llevar la Orden del Císter a su máxima expansión, con un total de 343 monasterios fundados en toda Europa.

La brillante oratoria de Bernardo fue una de los principales instrumentos empleados al lo largo de su vida para alcanzar sus objetivos. Le llamaban “El Doctor boca de miel” (doctor melifluo).

Su defensa a la legitimidad de Inocencio II en su conflicto con Anacleto II le valió importantes privilegios de Roma que aumentaron con la elección como Papa de Eugenio III, antiguo monje cisterciense.

Bernardo luchó contra las tendencias laicistas de su tiempo y predicó la segunda Cruzada (1146), reconociendo a la Orden del Temple como realización del ideal del monje-soldado. En el campo religioso impulsó la devoción mariana.

Bernardo murió en 1153 y fue canonizado en 1174.

Como consecuencia de la imparable actividad de San Bernardo, los monjes cistercienses relevaron a los cluniacenses en la influencia sobre la sociedad y la Iglesia del siglo XII, ocupando sus más altos cargos y dignidades y ejerciendo su influencia sobre el poder civil.

IDENTIDAD

La Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, también conocida como “Trapenses”, es una Orden Religiosa Contemplativa de la Iglesia Católica Romana, formada por monasterios de Monjes y de Monjas.

Forma parte de la amplia Familia Cisterciense y sigue la Regla de San Benito razón por la cual también forman parte de la Familia Benedictina.

Las vidas de las monjas trapenses están dedicadas a la búsqueda de la unión con Dios, mediante Jesucristo, en una comunidad de hermanas.

Todos los Monasterios Cistercienses están dedicados a María, La Madre de Dios.

La solemnidad de la Asunción a los Cielos (15 de agosto) es la fiesta patronal de la Orden.

ESPIRITUALIDAD

Los Cistercienes de la Estricta Observancia basan su espiritualidad en cinco fuentes:

1. La Regla de San Benito

La forma de vida está en conformidad substancial con el descrito en la Regla de san Benito.

Los monjes y las monjas viven en comunidades estables situadas en apartamiento de la vida social ordinaria.

Cada día se celebra en el coro la Liturgia de las Horas completamente, comenzando por el Oficio de Vigilias, horas antes del amanecer.

La jornada se distribuye equilibradamente entre trabajo, lectura y estudio.

Las comunidades se mantienen a sí mismas y se comprometen en ofrecer hospitalidad a quienes acuden en busca de un ambiente espiritual.

Los Santos Roberto, Alberico y Esteban fundaron el monasterio reformado de Cîteaux en 1098. Su intención fue revitalizar las formas institucionales de vida monástica y acercarlas a una mayor conformidad tanto con la Regla de San Benito como con las aspiraciones de su tiempo.

En particular esto conllevaba el énfasis en una pobreza auténtica y simplicidad incluso en la liturgia, el trabajo manual, la ausencia de compromiso en asuntos temporales, y, a nivel de Orden, solicitud común y supervisión entre los diferentes monasterios como medios para mantener el fervor.

Los primeros documentos de este periodo son el Exordium Parvum, que describe los orígenes de la reforma, y la Carta de Caridad, que ofrece las bases constitucionales.

3. San Bernardo y sus contemporáneos

El carisma cisterciense evolucionó grandemente durante la segunda y tercera generación de cistercienses, particularmente debido a la influencia de San Bernardo de Claraval (+1153).
En este periodo hubo particular interés en la calidad interior y experiencial de la vida monástica, y se puso un nuevo énfasis en la importancia tanto de la comunión fraterna como de la contemplación.

4. La reforma del Abad Rancé

En el siglo XVII, cuando varios factores habían provocado la decadencia y la división en la Orden Cisterciense, el Abad de la Trapa. Armand-Jean de Rancé inició un fuerte movimiento reformador, fundamentado en numerosos escritos e inspirado en la antigua tradición monástica.

Su principal acento era insistir en la austeridad de la vida Cisterciense y su carácter contemplativo.

5. Renovación posconciliar

Durante el periodo de 25 años que siguió al Concilio Vaticano II, la Orden se vio comprometida en la tarea de renovar sus Constituciones de acuerdo con el espíritu del Concilio.

Esto trajo como resultado, en primer lugar, un gran aprecio y atención por las riquezas de su patrimonio, espiritualidad y prácticas, y, en segundo lugar, el reconocimiento de la necesidad de un mayor nivel de pluralismo enfocado a facilitar la inculturación y permitir al carisma Cisterciense ser vivido con mayor integridad en las diferentes partes del mundo en que se ha extendido en los tiempos recientes.

VIDA

Un monje cristiano es alguien que ha sentido la llamada de Jesús de darse por entero a Él, alguien que desea apasionadamente apartarse de todo lo que no sea centrarse en Cristo; pero eso no le separa de los hermanos y hermanas del mundo; antes, al contrario, orando en unión con Cristo, que intercede por todos, se unen a ellos en un nivel más profundo.

El monje cisterciense vive con otros hermanos y hermanas, purificándose y fortaleciéndose por medio de la comunidad en un trabajo de oración de por vida.

Todas y cada una de las comunidades tienen sus propias costumbres y horarios diarios, pero les es común a todas ellas madrugar antes del amanecer para empezar el día con la oración litúrgica y volviendo periódicamente a la iglesia a lo largo del día para seguir rezando juntos.

En otros momentos, durante el trabajo, procuran mantener un ambiente de silencio, que les ayuda a crecer en la práctica de la oración continua.

Por lo general, los monasterios trapenses se construyen en lugares apartados, rodeados de belleza y tranquilidad natural, manteniendo el contacto con la tierra de la que Dios hace a la humanidad administradora.

En estos tiempos, para muchos el monasterio es un oasis de paz en medio del ruido y del tumulto, un lugar en el que los que lo visitan encuentran esa libertad de distracciones que prepara el corazón para el encuentro con Dios. Para hacer frente a los imperativos de la vida moderna, abrumadora en ocasiones, la gente encuentra inspiración en el equilibrio de trabajo y oración que se da en el horario monástico y en la vida ordenada y de objetivos que conlleva.

Los trapenses creen que Dios escucha las oraciones de todos y llevan en su corazón las esperanzas y las necesidades de todo el mundo, pero, sobre todo, rezan porque Dios se merece toda la amorosa atención y sienten las maravillas de su bondad y amor.

ESTRUCTURA

Reunidos por la llamada de Cristo, los hermanos y hermanas constituyen una “iglesia” monástica (o “comunidad”) que es el elemento fundamental de la Orden.

La expresión física normal de la Orden es una Abadía, regida y guiada por un superior electo, llamado Abad o Abadesa, con miembros profesos y otros nuevos en diversos periodos de formación, viviendo todos bajo la Regla de san Benito.

De acuerdo con la Carta de Caridad las comunidades Cistercienses son autónomas, pero unidas en una comunión que se fortalece mediante las instituciones del Padre Inmediato, la Visita Regular y el Capítulo General.

El P. Inmediato es el Abad de otro monasterio, cuyas responsabilidades incluyen una visita formal a la comunidad cada dos años.

El propósito de este “Visita regular” es reforzar y complementar la tarea pastoral del superior local, corregir lo que fuere necesario y renovar el fervor espiritual de los monjes o las monjas.

El Capítulo General es la suprema autoridad de la Orden. Formalmente hay dos Capítulos Generales separados, uno que reúne a los superiores de los monjes y otro a las superioras de las monjas; pero, normalmente, se reúnen a la vez cada tres años durante tres semanas, a fin de favorecer la paz y la caridad entre ellos y tomar las decisiones apropiadas para mantener el patrimonio y la unidad de la Orden.

Los dos Capítulos, conjuntamente, eligen un Abad General por un mandato indeterminado en cuanto al tiempo. Su principal función es ser un vínculo de unidad en la Orden.

En esta tarea está asistido por un Consejo Permanente que reside en la Casa Generalicia en Roma, constituido por cinco miembros, cuatro de los cuales son elegidos por los Capítulos Generales, y el quinto por los otros cuatro, de modo que estén representados los mayores grupos lingüísticos de la Orden.

Los Capítulos Generales son preparados por una Comisión Central, elegida por el Capítulo General anterior, y cuyos miembros son elegidos por las diversas regiones de la Orden. También puede asignarse tareas preparatorias a otras Comisiones, más o menos permanentes: la Comisión de Derecho, la Comisión de Economía y la Comisión de Ayuda Mutua.

Desde los mismos orígenes el crecimiento de la Orden ha estado asegurado por un equilibrado sistema de fundaciones, regido actualmente por el Estatuto de Fundaciones. Este Estatuto ha demostrado ser muy útil para alertar a las comunidades sobre las indicaciones de la Providencia a ser invitadas a extender la vida monástica a otros lugares, como, por ejemplo, lugares tan diversos como Noruega, Siria y Brasil.

Otro aspecto, todavía “en proceso de construcción” es el de los “Laicos Cistercienses”, o “Asociados”, un movimiento a nivel mundial cuyo crecimiento está siguiendo una prudente pero creativa evolución.

VOCACIÓN

Al ser cada uno de los monasterios autónomos, la llamada a la vida Cisterciense supone una llamada a vivir en una comunidad concreta y seguir sus costumbres. Por esta razón el discernimiento vocacional corre a cargo de cada monasterio, y no de una organización centralizada, difiriendo el proceso de ingreso de una comunidad a otra.

Sin embargo, las etapas de la vida, desde el inicio hasta el compromiso final, vienen a ser en su mayor parte las mismas:

Candidatos. Alguien, hombre o mujer, visita el monasterio durante un cierto tiempo, y habla de su vocación con el encargado correspondiente o con el superior, quienes ayudan a esa persona a discernir su llamada.

Tiempo de observación. Antes de que una persona deje su trabajo, familia, y desee entrar en el monasterio, la mayoría de las casas piden al candidato que viva en comunidad por un corto periodo de tiempo – generalmente al menos un mes – antes de volver a su casa y continuar el proceso de discernimiento.

Postulantado. El candidato ingresa en el monasterio y comienza a vivir como un miembro más de la comunidad, recibiendo instrucción por parte del maestro de novicios.

Noviciado. Después de unos meses como postulante, recibe la vestición del hábito monástico y comienza a ser un miembro de la Orden, y continúa recibiendo orientación e instrucción en el noviciado.

Votos temporales. Después de dos años de noviciado puede ser admitido a los votos temporales. Los años de profesión temporal son un tiempo de mayor estudio y asimilación del modo monástico de vivir el Evangelio y para integrarse más profundamente en la comunidad.

Votos perpetuos. Después de al menos tres años de profesión temporal, y no más de nueve, el joven o la joven profesa puede ser admitido a la profesión final, que es de por vida.

PARA SABER MÁS

https://www.cistercensi.info/storia/storia16es.htm

http://mb-soft.com/believe/tscm/trappist.htm

https://www.ocso.org/?lang=es

JERÓNIMOS

HISTORIA

La Orden de San Jerónimo fue aprobada por el Romano Pontífice Gregorio XI en 1373 con la bula Salvatoris humani generis.

Su origen radica en varios grupos de ermitaños españoles e italianos que deseaban imitar la vida de San Jerónimo en comunidad. Entre ellos, destacan Fray Pedro Fernández Pechay Fray Fernando Yáñez de Figueroa. El Papa los aprueba dándoles como norma de vida la Regla de San Agustín y permitiéndoles llamarse frailes o ermitaños de San Jerónimo. En 1414, Benedicto XIII los erige en Orden exenta.

Por su vida observante, austeridad y espíritu de penitencia, fueron altamente favorecidos por la Monarquía Española, especialmente la Dinastía de los Austrias. Tuvieron los monasterios más grandes y hermosos de España, como el de Santa María de Guadalupe en Cáceres, Nuestra Señora de Fredesval en Burgos, San Miguel de los Reyes en Valencia y, sobre todo, el Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial en Madrid, Panteón Real.

Con las leyes liberales, anticatólicas y desamortizadoras de 1835, los Jerónimos fueron desposeídos de sus 48 monasterios y sus mil monjes fueron exclaustrados. No habían salido de la península Ibérica (en Portugal corrieron la misma suerte) y esto supuso su sentencia de muerte.

Tras el cierre definitivo del Monasterio de San Jerónimo de Yuste en 2010 (ocupado ahora por monjes Paulinos desde 2011) los Jerónimos están presentes en un sólo monasterio: Santa María del Parral en Segovia.

CARISMA

La Orden de San Jerónimo es una institución monástica, de carácter puramente contemplativo, “que en soledad y silencio, en asidua oración y animosa penitencia, pretende llevar a sus monjes a la unión con Dios, consciente, por otro lado, de que cuanto más intensa sea esta unión por su propia donación en la vida monástica, tanto más espléndida se hace la vida de la Iglesia y más vigorosamente se fecunda su apostolado”.

Así pues, la jornada del monje Jerónimo se desarrolla en torno a la vida litúrgica y de oración, ya que “la principal y mayor parte de la vida ordenó esta Religión para el coro y alabanzas divinas: ocupación de ángeles”, y las tareas intelectuales y de trabajo.

En el curso del día, santificando todas las horas, los monjes Jerónimos celebran con cantos y con gran belleza y solemnidad la Liturgia de las Horas. Con esto, el monje Jerónimo cumple su misión de tributar todo honor y gloria a Cristo y, por medio de él, al Eterno Padre.

“En esto pretende el monje parecerse principalmente a San Jerónimo: emplearse de día y de noche en las continuas alabanzas de Dios, cantar los salmos y celebrar con singular devoción los oficios divinos”.

La caridad pastoral impone a la comunidad monástica una fraterna acogida a todo el que quiera compartir seriamente su vida, siempre que queden garantizados dentro del monasterio la soledad, el silencio y el orden. Los Jerónimos han renunciado a la gloria de los altares, de la misma manera que la Orden de la Cartuja de San Bruno.

PARA SABER MÁS

https://monjesjeronimos.es/

http://oa.upm.es/10677/5/cap%C3%ADtulo_08.pdf

http://divinavocacion.blogspot.com/2008/03/31-orden-de-san-jernimo.html

MERCEDARIOS DESCALZOS

ORIGEN DE LA ORDEN DE LA MERCED

“Dios, Padre de misericordia, ha visitado y redimido a los hombres, ofreciéndoles por Jesucristo el don de su amistad y enriqueciéndolos con la libertad de hijos. De modo semejante ha querido suscitar en la Iglesia hombres y mujeres que, guiados por el espíritu redentor de Jesucristo, visiten y liberen a los cristianos que, por circunstancias adversas a la dignidad de la persona humana, se encuentran en peligro de perder su fe”.

Para llevar a cabo esta misión, impulsado por el amor de Cristo, inspirado por la Virgen María y respondiendo a las necesidades de la Iglesia, el 10 de agosto de 1218, san Pedro Nolasco fundó en Barcelona la Orden de la Virgen María de la Merced de la redención de los cautivos, con la participación del rey Jaime de Aragón y ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou.

Por la confirmación del Papa Gregorio IX, el 17 de enero de 1235, la Iglesia testificó la acción del Espíritu Santo en la fundación de la Orden; la ratificó en la práctica de la regla de San Agustín; le dio carácter universal incorporándola plenamente a su vida y sancionó su obra como misión en el pueblo de Dios.”(COM 1-2)

El día 8 de Mayo de 1603 nace la Rama Descalza de la Orden Mercedaria con la idea de volver a una austeridad y sencillez de vida, perdida a través de los años, haciendo de la contemplación y la oración el fundamento de la nueva vida.

La nueva Orden Mercedaria, separada de la Orden Mercedaria, redención de los cautivos, fue aprobada por el Papa Gregoria XV en un Breve del año 1621

ESPIRITUALIDAD

La Orden es un Instituto clerical de derecho pontificio que orgánicamente se compone de religiosos, clérigos y no clérigos, que se consagran a Dios y al servicio de la Iglesia solemnemente por los tres votos comunes de perfección evangélica, añadiendo uno especial en virtud del cual el mercedario promete dar la vida, como Cristo la dio por nosotros, si fuere necesario, para salvar al cristiano que se halla en extremo peligro de perder la Fe, en las nuevas formas de cautividad.

Goza de propia autonomía para un servicio más universal y eficaz al Reino de Dios, en el que todos los hermanos participan, aunque de diversas formas, según la variedad de vocación; participan de iguales derechos y deberes a norma de estas Constituciones; llevan como signo de consagración el hábito y calzado tradicionales.

El título oficial de la Orden es: “Orden de Descalzos de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos Cristianos”, o en su forma abreviada: “Padres Mercedarios Descalzos”; y después del nombre del religioso, las siglas: O.M.D.” ( Constituciones, n.13).

“Nuestra Orden se eleva y constituye primordialmente sobre el fundamento de la caridad como una verdadera sociedad en la Iglesia de Cristo, que tiene por Padre a Dios, por hermano a Cristo y por madre a la Iglesia, en la que la muchedumbre de los creyentes tiene un corazón y una sola alma (Hech 4,32). Intenta realizar en sí misma en toda su plenitud los consejos de perfección mediante la práctica de una perfecta vida común, expresada y fomentada por la unión fraterna y el don de la vida religiosa, asociando su mente y sus fuerzas a todos los operarios evangélicos, cuya misión es extender el Reino de Dios; pero de modo más directo con todas las fraternidades mercedarias que sienten y viven del mismo anhelo de la caridad redentora del santo Fundador” (Constituciones, n.14).

“Es característico de nuestra Recolección ser contemplativa y activa, de modo que ambos aspectos se integran armónicamente y se complementan, pues la contemplación y la acción son en la Iglesia manifestaciones vitales del mismo amor: “Nadie debe ser tan ocioso que en el mismo ocio no piense en la utilidad del prójimo, ni tan activo que no busque la contemplación de Dios”.

Así pues, toda la vida religiosa de los miembros de la Orden ha de estar saturada de espíritu apostólico y toda su acción apostólica ha de estar animada por el espíritu religioso.

Todos los miembros de la comunidad se ayudan mutuamente en la acción y en la contemplación” (Constituciones, n. 21).

PARA SABER MÁS

Mercedarios

PREMOSTRATENSES

ORIGEN DE LA ORDEN

Norberto de Xanten o Norberto de Premontré (Gennep, 1080 – Magdeburgo, 6 de junio de 1134), fue el fundador de la orden de los Canónigos Regulares Premonstratenses. Nacido en Gennep, creció en la villa de Xanten, en la ribera del Reno. Hijo de Eriberto, conde de Gennep, vinculado con la Casa de Lorena.

Una vez ordenado subdiácono, Norberto fue nombrado canónigo de Xanten, donde frecuentó la corte del arzobispo de Colonia Federico, el cual, en 1112 lo había ordenado sacerdote. Sucesivamente se integró en la corte del emperador Enrique V, del cual fue confesor.

En 1115, Norberto fundó la abadía de Fürstenberg que entregó luego, junto con todas sus pertenencias, al arzobispo Conone de Preneste y a sus sucesores los Canónigos Regulares de Arrouaise; en su lugar Norberto se decidió por una vida dedicada a la predicación itinerante. Obtenida la autorización por papa Gelasio II, en el noviembre de 1118 empezó su viaje dirigiéndose hacia Francia.

Durante el concilio de Reims, en el octubre de 1119, pidió la renovación por parte de Callisto II. Ésta le fue denegada, a causa de las protestas contra su agresiva predicación en contra de los pecados del clero de la época; el obispo Barhelemy de Laon prefirió asignarle una sede estable, donde llevó a cabo la fundación de un convento y de una nueva orden en la diócesis de Laon, en un valle del bosque de Coucy, llamada Premontré. Norberto realizó otras fundaciones en los prioratos de Floreffe, Viviers, Saint-Josse, Ardenne, Cuissy, Laon, Liegi, Anversa, Varlar, Kappenberg, Grosswardein y demás localidades.

Los conventos premonstratenses, que seguían la regla de San Agustín, solían estructurarse en abadías dúplices, donde las comunidades tanto masculinas como femeninas convivían en la misma abadía, aunque divididas internamente. De todas formas, medio siglo después de la muerte de Norberto, las comunidades masculinas y femeninas fueron divididas, bajo la orden de la bula de papa Inocencio III de 1198 “De non recipiendis sororibus”.

Norberto fue nombrado arzobispo de Magdeburgo por papa Honorio II en 1226, como mérito para su labor predicadora en la ciudad de Amberes contra la herejía de Thankhelm. En el cisma que se había verificado tras la elección de papa Inocencio II en 1130, Norberto apoyó éste último frente al antipapa Anacleto II en el gran sínodo de Würzburg.

En los últimos años fue canciller y consejero del emperador Lotario III.

A la vuelta de un viaje en Roma, a finales de 1133 se enferma gravemente. Morirá en Magdeburgo el 6 de junio de 1134. Su cuerpo será enterrado en la local abadía premonstratense; sucesivamente sus restos fueron trasladados en el Monasterio de Strahov en Praga donde hoy en día todavía descansan.

Fue canonizado por papa Gregorio XIII en 1582.